HACHIKO

 

En 1924, un profesor de la universidad de Tokyo llamado Hidesaburo Ueno encontró y adoptó un perro de granja de raza Akita Inu. El joven cachorro tenía las patas delanteras ligeramente torcidas por lo que su nuevo tutor le llamó Hachiko (Señor Ocho) debido a que le recordaba al símbolo de dicho número según la escritura japonesa.  八 

 

En poco tiempo Hachiko se acostumbró a las rutinas del profesor Ueno y cada día lo acompañaba a la estación de Shibuya donde él cogía el tren para acudir a su trabajo en la universidad. Hachiko sabía perfectamente a qué hora regresaba y cada día volvía de nuevo a la estación para recibir a su dueño. Un año y medio después, el profesor murió de un infarto estando en el trabajo por lo que jamás regresó a casa. Esa misma tarde, Hachiko acudió a la estación de Shibuya como siempre para esperarlo. Viendo que no aparecía decidió permanecer estoicamente delante de la misma estación.

 

Los habitantes de la zona que conocían las rutinas del profesor, quedaron sorprendidos por el enorme gesto de amor de Hachiko, alimentándolo y cuidándolo frente a la estación, e incluso erigiendo una estatua que él mismo vio inaugurar.

 

Así esperó fielmente hasta que falleció en 1935 en aquel mismo lugar, nueve años después de la muerte del profesor, dejando una historia ejemplar de lealtad incomparable, sólo a la altura de los que aman incondicionalmente.

BALTO

 

Durante el invierno de 1925 un grave brote epidémico se cebó en la población de la ciudad de Nome, Alaska. La difteria es una enfermedad que afecta especialmente a los niños menores de cinco años por lo que la situación era extremadamente dramática. Las existencias de toxina antidiftérica estaban a más de 1000 km de distancia, y las condiciones climatológicas extremas de la zona hacían imposible el transporte eficaz por mar o aire. Las autoridades de la zona diseñaron un plan para llevar los viales de medicación mediante trineos tirados por perros. 

 

Balto era el perro líder de uno de los trineos que guió valientemente y sin descanso uno de los tramos del heroico recorrido. Afrontó situaciones impensables de frío y peligros atravesando montañas y tormentas de nieve . La visibilidad en muchos casos era totalmente nula, y los conductores tuvieron que confiar en la orientación y destreza de sus perros para poder cumplir el objetivo.

 

Afortunadamente y gracias a la increíble fortaleza de estos animales, la antitoxina llegó a su destino incluso horas antes de lo previsto y pudo administrarse a la población salvando incontables vidas.

LAIKA

 

Laika era una perra de raza mestiza nacida en las calles de Moscú alrededor de1954. Fue seleccionada y recogida por científicos del programa espacial soviético por ser un animal vagabundo adaptado a sobrevivir a temperaturas y hambre extremas.Destacó por delante de otros perros recogidos de igual forma por ser dócil y amable y más apta para completar el entrenamiento necesario del experimento al que se la sometió: enviar a un ser vivo por primera vez al espacio.

 

La misión fue un éxito para la carrera espacial y la ciencia, pero Laika murió, como en realidad ya sabían que ocurriría.

 

Nuestro homenaje a Laika no es por el hito científico o histórico por el que se la recuerda, sino una disculpa profunda a todos los animales a los que como ella se les ha sometido, somete o someterá a condiciones injustas y crueles debido a la experimentación, la caza, la ganadería intensiva, los zoos y circos de animales, la cría irresponsable, la tauromaquia...

 

Todas ellas son situaciones en las que las personas no hemos estado a la altura y los animales han pagado nuestro egoísmo. Es por eso que los honramos a todos ellos recordando a Laika.

VASKA 

Durante el asedio de los nazis a la ciudad de Leningrado (actual San Petesburgo, Rusia) en la II Guerra Mundial, la población civil soportó bombardeos contínuos y una implacable escasez de alimentos, matando a millón y medio de personas. En ese horrible escenario vivía una familia de tres generaciones de mujeres (abuela, madre e hija) y su gata llamada Vaska.

 

En los casi dos años y medio que duró el asedio, Vaska se encargó de salir diariamente a cazar pájaros, ratas y ratones, evitando los disparos del enemigo, llevándo las presas hasta su hogar sin a penas tocarlas para que su familia pudiera cocinarlas y así sobrevivir las cuatro a la terrible hambruna que azotaba la ciudad. 

 

Cuando Vaska falleció, habiendo terminado la guerra, sus dueñas la sepultaron en el cementerio bajo una una cruz con un nombre falso, para que nadie pisara la tierra donde yacía y se aseguraron de ser enterradas a su lado, juntas, con Vaska cuidando de ellas como hizo siempre.